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La Revolución

Antes de pasar a este tema, nos vemos en la obligación de aclarar que nuestro abordaje es histórico, sin relación alguna con el mundo de la política nicaragüense.

Cada año, cada mañana del 19 de Julio, centenares de personas provenientes de distintos puntos del país se congregan en la Plaza de la Fe o en la Plaza de la Revolución en Managua para conmemorar un hecho histórico e inspirador: la caída de la dictadura militarizada de la familia Somoza, la cual dirigió inescrupulosamente y con mano de hierro el país por más de cuatro décadas. Es asimismo la celebración de la Revolución Popular Sandinista, la cual se llevó a cabo cuando todos los sectores del país, los obreros, los empresarios, los campesinos, los estudiantes, los guerrilleros, se unieron y derrocaron finalmente a la dinastía de los Somoza y su Guardia Nacional, un 19 de Julio de 1979.

Lamentablemente, esta celebración y toda la simbología y herencia de la Revolución es actualmente monopolizada con fines proselitistas por un partido político, lo que ha provocado que miles de nicaragüenses rechacen y no se sientan identificados más con ese momento tan grande de la historia nacional, que incluso levantó mucha simpatía y solidaridad en el mundo entero. Otros tantos ya no asisten a la congregación en la plaza, sino que celebran en sus barrios o casas.

Antecedentes de la Revolución

El símbolo y antecedente directo de la revolución fue el General Augusto C. Sandino (1893-1934), héroe nacional que combatió con valentía y entusiasmo, apoyado por un ejército de campesinos y obreros, la intervención armada que hacía los Estados Unidos en Nicaragua, realizada con el pretexto de pacificar la zona y garantizar la democracia en el país.

Sandino y su “pequeño ejército loco”, a como lo llamó con ternura la escritora chilena Gabriela Mistral, combatió a los marines estadounidense en las montañas de las Segovias, al norte del país. Sus tácticas fueron eficaces, a tal punto que a pesar de la desigualdad numérica y tecnológica armamentista, nunca pudieron ser eliminados por los soldados extranjeros. Los marines, finalmente, salieron del país, dejando en su lugar a un ejército nicaragüense adiestrado que más tarde pasaría a conocerse como la Guardia Nacional, dirigida por un militar nacional entrenado en Estados Unidos: Anastasio Somoza García, conocido como “Tacho”.

Tras la retirada de los marines, Sandino quiso negociar la paz y la reinserción de sus soldados a la vida civil, con garantías. Fue llamado a negociar por el presidente de entonces, José María Moncada, y por Somoza, pero fue traicionado, capturado y finalmente ejecutado por orden de los mismos. La ubicación del cuerpo del héroe sigue siendo una incógnita hasta estos días.

Con el tiempo y astucia política, Somoza García llegó al poder en 1937. Su alianza incondicional con los Estados Unidos (con quienes hacía jugosas negociaciones a costas del país entero), y su completo manejo de la Guardia Nacional, le garantizaron un “reinado” totalitario, en el que los contrarios políticos eran controlados a base de terror, y algunas veces ejecuciones masivas. Sin embargo, en Septiembre de 1956, Rigoberto López Pérez, un joven poeta leonés, sacrificó su vida al dispararle al dictador en una fiesta social que se realizaba en aquella ciudad. Rigoberto fue masacrado in situ. Somoza sobrevivió a las balas, pero murió más tarde en un hospital panameño a donde había sido trasladado de emergencia.

La presidencia pasó a ser ocupada por el hijo mayor, Luís Somoza, mientras la Guardia Nacional era dirigida ya por el menor, “Tachito”, Anastasio Somoza Debayle (entrenado militarmente en Estados Unidos como su padre), quien desató a la muerte del patriarca una ola de cruel represión en León, contra quienes considerara enemigos políticos.

En 1967 Luís Somoza Debayle ocupaba aún la presidencia (aunque no gobernó durante 11 años, sino que alternó el poder con otro político de la época), pero murió repentinamente. Tras el gobierno de un presidente títere, “Tachito”, su hermano menor, venció en elecciones nacionales e instauró nuevamente un régimen dictatorial represivo y devorador.

Aunque su padre se había hecho de muchas propiedades, empresas e industrias que pasaron a ser suyas y de su familia, Somoza Debayle continuó la acumulación indiscriminada de riquezas. A finales de 1972, cuando un terremoto devastó la ciudad de Managua, gran parte de la ayuda humanitaria enviada por países y organizaciones benévolas fue desviada a las bodegas del dictador para luego ser comercializadas, y las licitaciones para la reconstrucción de la ciudad pagada por el erario público y la ayuda internacional, eran ganadas por las empresas de Somoza y sus aliados.

El malestar social aumentaba, pero la Guardia Nacional sabía someter con fuerza cualquier manifestación pública, y sabía torturar o ejecutar a opositores políticos y población en general.

El nacimiento e inicio de la lucha

El fuerte sometimiento de Nicaragua y sus habitantes a los deseos de los Somoza y su ejército privado, la Guardia Nacional, hizo surgir en 1962 un movimiento militar que pretendía derrocar por la fuerza a la dictadura. El movimiento tomó el nombre de Sandino, y así nació el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fundado por un grupo de intelectuales y voluntarios, liderados por el joven idealista Carlos Fonseca.

El inicio de esta organización fue duro, debido a la desigualdad en el combate. Su primera acción militar acabó en una masacre, debido a que fueron cercados por la Guardia Nacional nicaragüense y el ejército hondureño en la zona fronteriza del departamento de Jinotega, sitio que décadas antes había sido parte del escenario de la lucha de Sandino en contra de los marines norteamericanos.

A pesar de la derrota inicial, el FSLN no sucumbió. Se sumaron de forma activa o como cómplices algunos campesinos, estudiantes e incluso grandes hacendados. Con el pasar del tiempo, la ideología antisomocista comenzó a proporcionarle adeptos al movimiento revolucionario, los cuales engrosaban sus filas militares o se dedicaban a la propaganda o conscientización de sectores obreros y en las universidades y escuelas. Aunque la guerrilla tuvo que replegarse a las montañas debido a la enorme fuerza de la Guardia Nacional, la existencia de esa oposición armada provocó que paulatinamente más y más personas se involucraran.

Somoza tenía un férreo control. Las acciones guerrilleras en zonas urbanas y en las rurales eran repelidas. En 1967, un segundo levantamiento organizado es abatido tras varios combates, siempre en la región norteña del país. Los remanentes sandinistas se ven obligados a dispersarse en zonas mucho más remotas.

Sin embargo, el movimiento no moría. En el año de 1969, un pequeño grupo de guerrilleros ocultos en una casa de Managua es descubierto por la Guardia Nacional, y aconteció un combate de carácter casi cinematográfico. Tres centenares de soldados, tanquetas y aviones de guerras fueron enviados para destrozar a los guerrilleros ocultos en esa casa habitacional del casco urbano capitalino. La batalla duró varias horas, hasta que de dentro de la casa destruida con bombas, misiles y metralla no hubo más disparos en respuesta. Al entrar los soldados en búsqueda de los cuerpos del batallón de guerrilleros, se enteraron que el combate había sido sostenido por un solo joven, Julio Buitrago, quien se quedó para permitir a sus compañeros huir.

Somoza había transmitido la batalla por televisión para demostrar la destrucción del FSLN, pero la acción heroica de un solo hombre volteó la situación en su contra, y la población conmovida tendió a identificarse cada vez más con el movimiento revolucionario. Otras batallas desiguales acontecieron posteriormente en varias ciudades.

El continuo y diversificado accionar guerrillero en varios puntos del país provocó que la Guardia Nacional iniciara una fuerte represión, y a través de amenazas, torturas y espionaje logra la captura o aniquilación de colaboradores, grupos clandestinos y líderes guerrilleros dispersos en el campo y la ciudad. Entonces, en 1970, el FSLN pasa a un período denominado “acumulación de fuerzas en silencio”, durante el cual redujo a un mínimo su accionar bélico, pero procuró fortalecer la organización, su incidencia en los diferentes sectores, la preparación militar de sus miembros y la recolección de recursos bélicos y de otra índole.

Cuatro años después la organización volvió al combate abierto. Se iniciaron ataques en diversos puntos del país, y se realizó una acción urbana de gran valor político: en la casa de José María Castillo, aristócrata amigo de Somoza, se realizaba una fiesta de alta clase; una célula guerrillera logró secuestrar la casa y con ella a varios diplomáticos extranjeros y altos funcionarios del gobierno. La Guardia Nacional no podía atacar, así que cedieron a las peticiones, entre ella la publicación de un manifiesto, la libertad de prisioneros políticos y un jugoso rescate monetario. Los guerrilleros negociaron también su salida del país.

Somoza instauró un estado de sitio, y comenzó una represión indiscriminada en contra de colaboradores y de cualquier sospechoso. Los años siguientes fueron de fuertes combates en ciudades y los campos, pero más y más gente se involucraba con la guerrilla urbana o rural.

En el año de 1976 acontece la inesperada muerte en combate del máximo líder del FSLN, Carlos Fonseca, y también de uno de los máximos dirigentes, Eduardo Contreras (quien dirigiera el asalto y secuestro en la residencia Castillo). Tras ésto, el FSLN se dividió en tres tendencias separadas que continuaron la lucha independientemente: el FSLN Proletario, el FSLN Guerra Popular Prolongada y el FSLN Insurreccional.

A finales del siguiente año, una de las tendencias, el FSLN Insurreccional, lanza una fuerte ofensiva urbana en la que se atacó directamente los cuarteles de la Guardia Nacional en varias ciudades. La mayoría de las acciones eran exitosas en un inicio, pero la superioridad armamentística de la Guardia de Somoza ponía finalmente la balanza de su lado. Sin embargo, ese mismo año ocurre el lanzamiento del manifiesto del “Grupo de los Doce”, conformado por igual número de personalidades notables de la sociedad civil que, tras exiliarse por obvias razones, llamaban a todos los sectores del país a apoyar la lucha en contra de la dictadura.

Al siguiente año, 1978, fue asesinado Pedro Joaquín Chamorro, director del diario nacional La Prensa, abierto y directo opositor de Anastasio Somoza Debayle. La acción se le atribuyó al dictador, y la población capitalina protestó. Además, provocó un repudio más expresivo de la clase empresarial nacional.

Ese mismo año, un mes después, inició una insurrección local en el indígena barrio Monimbó, de Masaya. Ya el mundo prestaba más atención al conflicto nicaragüense, sobre todo cuando en Agosto de ese mismo año, un comando guerrillero del FSLN Insurrecional se tomó el Palacio Nacional en Managua, sede del Congreso, tomando como rehenes a diputados y cenadores. Nuevamente la dictadura no tuvo más elección que aceptar las condiciones: liberar prisioneros políticos, publicar comunicados revolucionarios y permitir la partida del comando al extranjero.

En Septiembre, estalla una insurrección en diversas ciudades del país, en las que participan guerrilleros y civiles. Las ciudades levantadas eran León, Matagalpa, Chinandega, Estelí, Masaya y Managua. La Guardia Nacional inició entonces un brutal ataque hacia esas ciudades, que eran bombardeadas desde aire y atacadas por tierra. La acción estaba ocasionando muchas víctimas civiles, hasta que los combatientes insurrectos fueron obligados a salir de las urbes, luego de casi un mes de lucha. Sin embargo, ya la población estaba levantada, y muchos civiles dispuestos al combate huyeron con los guerrilleros.

Luego de tal muestra de descontento social, la opinión internacional empezó a señalar una necesaria salida de Somoza del poder, muy pronunciada por países de la región como México, Costa Rica, Panamá y Venezuela, los que miraban con buenos ojos la actividad revolucionaria y brindaron apoyo secreto a los guerrilleros, a como lo había estado haciendo Cuba desde hacía años atrás. Estas y otras naciones promovieron el rechazo internacional general de la dictadura.

La insurrección también promovió el entendimiento entre las tres facciones del FSLN, las que iniciaron a comunicarse y a planificar una unificación plena del frente armado antidictatorial. Todo indicaba que la situación, después de tantos años de lucha, comenzaba a tornarse a favor de la causa revolucionaria.

Pero la Guardia Nacional mantenía su cruel control. En las ciudades, por ejemplo, las patrullas detenían a cualquier adolescente o joven, e inspeccionaban su cuerpo para ver si tenían algún indicio de entrenamiento militar. Así, si un muchacho tenía por cualquier razón una rodilla raspada, era acusado de guerrillero y desaparecía repentinamente. Muchos cadáveres aparecían calcinados en las afueras de las ciudades.

El triunfo revolucionario

Ya para 1979 estaban establecidos varios frentes organizados de lucha armada en las diversas regiones del país. La dictadura de Somoza hizo más feroces sus ataques en contra de los guerrilleros, afectando de paso a la población civil. Los bombardeos eran indiscriminados, llovían bombas sobre las casas de ciudades en las que se combatía a la Guardia Nacional.

En Marzo, las tres tendencias concluyen un acuerdo de unificación de fuerzas, formando un único FSLN, el cual llamó a la población civil y a todos lo frentes a iniciar un ataque final en Junio. Ese mes inicia efectivamente el avance guerrillero, con el objetivo de reunirse todos los frentes en Managua. Se produce, también, una huelga general en la que participaron desde obreros hasta altos empresarios, en repudio a la cruel dictadura.

Nuevamente se insurreccionan ciudades y departamentos enteros. Somoza desataba una ofensiva poderosa en contra de todas las ciudades levantadas, causando numerosas bajas de civiles. Sin embargo, la fuerza del FSLN apoyado por toda la población ya era infrenable. Una a una fueron siendo liberadas del control somocistas las principales ciudades del país.

Somoza, mal visto ya por la opinión internacional, pasó a serlo también por su anterior aliado, los Estados Unidos, sobre todo cuando en aquella nación la ciudadanía comenzó a repudiarlo luego del asesinato, por soldados de su régimen, de un periodista estadounidense. Aunque el dictador quiso culpar a los rebeldes del crimen, otro periodista había grabado un video que probaba lo sucedido. El gobierno de los Estados Unidos pidió a Anastasio Somoza que abandonara el poder antes de ser derrocado, para evitar así la instauración de un gobierno revolucionario. Sin embargo, Somoza decidió intentar derrotar la sublevación nacional.

Eso ya era imposible. El 17 del mes de Julio, él y sus más allegados abandonaron el país llevando consigo una enorme fortuna. Así también lo hicieron muchos jefes de la Guardia Nacional. Un copartidario del dictador, Francisco Urcuyo, asumió la presidencia y llamó al cese de los ataques sandinistas. Su gobierno duró 24 horas, luego de cumplidas las cuales abandonó igualmente el país, a como toda la cúpula del régimen. La Guardia Nacional, finalmente, sucumbió a los ataques y huyó en desbandada.

El 19 de Julio de aquel año, 1979, millares de guerrilleros y civiles entraron a la Plaza de la República, en el antiguo centro de Managua, en donde toda la población capitalina celebraba la definitiva caída de la dictadura dinástica de los Somoza. Era una fiesta nacional, y la oportunidad de crear una nueva Nicaragua.

Se organizó una Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, formada por 5 miembros, entre notables y líderes sandinistas, y se dio inicio a reformas destinadas a sacar al país del desastre de la post guerra y a proporcionar más justicia social a nivel general. Se nacionalizaron los bancos y se expropiaron las muchas propiedades de la familia Somoza y sus allegados. También, como un triunfo sin precedentes y admirado por el mundo entero, se realizó una Cruzada Nacional de Alfabetización muy exitosa, que redujo el analfabetismo del 53% al 12%.

Somoza, quien había huido a Estados Unidos y luego se había instalado en Paraguay, fue asesinado en 1980 por un comando guerrillero de los “Montoneros” argentinos. Su círculo de allegados y aliados se había instalado en Miami, Florida (EEUU), donde pasó a ser un grupo con poder político local.

El corte izquierdista del nuevo gobierno nicaragüense no era de la simpatía de los Estados Unidos, debido a su acercamiento político a la Cuba comunista de Fidel Castro. Debido a ello, inició un bloqueo económico en 1981. Esto acercó más a Nicaragua con el bloque socialista de la Unión Soviética, lo que acrecentó la reacia actitud del poderoso vecino del norte.

Nicaragua, a pesar de ello, se había ganado una enorme simpatía a nivel internacional, y varios países, entre ellos algunos europeos, comenzaron a colaborar con su reconstrucción. Así también lo hicieron organizaciones o personas individuales, por lo que para entonces no era extraño encontrar en el país a personas de una multitud de nacionalidades.

Los remanentes de la Guardia Nacional instalados en Honduras, Costa Rica y Miami, pronto recibieron un enorme apoyo financiero clandestino del gobierno de los Estados Unidos, y se formó la Contrarrevolución Nacional, un ejército conocido simplemente como “la Contra”. La guerra inició nuevamente, y la frágil economía nicaragüense comenzó a decaer nuevamente, debido a los enormes gastos bélicos.

El FSLN llamó a elecciones nacionales y sus líderes conformaron un partido político de izquierda. En 1984, las elecciones fueron ganadas por un amplio margen. Sin embargo, la guerra acrecentaba el descontento público, y algunos errores cometidos por el gobierno sandinista provocaron que muchos campesinos, sobre todo en la zona del Caribe (en las Regiones Autónomas del Atlántico) pasasen a engrosar las filas de la Contra.

En 1985, el gobierno de los Estados Unidos decretó un embargo comercial contra Nicaragua debido a su actitud pro-comunista, y amenazó en varias ocasiones con una invasión militar. Sin embargo, la opinión internacional se solidarizó discretamente con el gobierno revolucionario, tras revelarse públicamente el secreto financiamiento de la Contra por parte del gobierno de los Estados Unidos. Incluso, tras un juicio en la Corte Internacional de La Haya, se decretó que ese país finalizara las hostilidades indirectas y pagara una cuantiosa indemnización millonaria a la muy empobrecida Nicaragua. Sin embargo, ese triunfo acabó siendo meramente simbólico.

Nicaragua era paulatinamente destruida y consumida por la guerra; las victimas eran numerosas. En 1988, tras una fuerte ofensiva militar del gobierno nacional en ataque a la Contra, se iniciaron conversaciones de paz y se negoció una tregua. En 1989 el gobierno sandinista firmó un convenio y se comprometió a celebrar elecciones al año siguiente, en las cuales fueron vencidos contra pronóstico por una coalición opositora.

Ese, para muchos, fue el fin de la revolución. Múltiples errores de la directiva sandinista le ganaron un extendido rechazo, finalmente, en una gran parte de la población. El partido FSLN continuó siendo, hasta hoy, uno de los partidos políticos más fuertes del país, aunque muchos de sus antiguos líderes históricos sean hoy disidentes, debido a diferencias políticas.


Agradecemos a Oscar Navarrete por facilitarnos varias de las fotos aquí publicadas.