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Opinión: El Canal de la discordia en un país con turismo emergente

Gerald Pavón | Dec 15, 2015

Escena taciturna del Lago Cocibolca, ruta pretendida para el canal desde antaño. | Fotógrafo: Paul Hoekman

Artículo de opinión sobre la coyuntura del proyecto del canal interoceánico por Nicaragua.

Un gran sueño para una nación tan pequeña, ubicada en el istmo de la América Central: El Canal de Nicaragua. Este sueño actualmente se teje en sombras de incertidumbre y desconcierto desde el año 2012, cuando la Asamblea Nacional y sus diputados, en su mayoría de la izquierda del gobierno en turno, le pusieron pies y cabeza en un marco legal por medio del la ley No. 800. Tal acción no es más que la continuidad de un sueño que ya se llevaba en la mente de los grandes progresistas del siglo XIX, pero su finalidad siempre ha sido una discordia. Y ahora, en la algazara tecnológica del siglo XXI, la utopía del mega proyecto se asoma con más vehemencia en un ambiente político-social infestado del paradigma socialista, cristiano, solidario, y con una variante majestuosa de un socio poderoso que hasta ahora solo se le conoce su origen asiático y con un capital que se desglosaba en miles de millones de dólares estadunidenses, pero que a última hora se ha desplomado como castillo de naipes.

Los medios especializados en las fortunas falaces de los magnates del mundo, señalan al empresario en telecomunicaciones Wang Jing, de origen chino, como el gran perdedor del mercado de inversiones, marcando un declive de hasta el 85% de su patrimonio, noticia no muy alentadora que no muestra fehaciente el tan afamado proyecto para la comunidad internacional, y menos para los mismos ciudadanos que ya muestran su inconformidad con la acción tomada por sus líderes.

Sin embargo, la iniciativa del proyecto es en cierta medida alentadora para un país con un índice de desarrollo económico muy rezagado, cuya economía crece a menos del 5% annual; y donde las fuentes que ayudan a impulsar la necesitada inversión deben de ser aprovechadas al máximo.

Un ejemplo claro es la industria del turismo, que desde la renovación de los votos a la democracia participativa en los años 90 ha sobresalido a paso lento, pero en buena señal de crecimiento positivo. A solo días de terminar el 2015, ya se registra una cifra de 1.1 millones de turistas (Octubre 2015) visitando Nicaragua, según lo muestra en sus boletines de noticias el Instituto Nacional de Turismo (INTUR). Sin embargo, tan buena tendencia se ve manchada por la incertidumbre que se ha sembrado a partir de que grupos de la sociedad civil organizados se han dado a la tarea seria de mostrar su descontento con la iniciativa del gran proyecto, que promete un impulso internacional a todos los sectores económicos de la pequeña Nicaragua.

Una vez más, la pesadumbre popular se asoma y cada día se torna más seria. Pero no es para más: las razones y condiciones se prestan, al tener un gobierno que se esmera por mantener ocultos los aspectos más importantes que el pueblo, como el gran beneficiario, debe saber. Es bien decir que los medios nacionales, en especial los oficialistas, se han dado tarea de jactarse del gran beneficio, pero minimizan los datos que son como las letras pequeñas en los contratos. Nadie habla de eso, y ellos asumen por hecho, al parecer que, nadie los quiere leer.

Es bien sabido los efectos negativos que tendrá sobre el medio ambiente, los cambios sociales, el choque cultural, el cambio en la dinámica del comercio, entre muchos otros. Es ineludible, pero en lo personal creo firmemente en que el pueblo, en estos momentos, trata de imponer un ALTO a la altanería, la corrupción y la acción desvergonzada de no tomar en cuenta desde un inicio los grandes actores que es la población misma. Y esta reflexión me trae a mención un poco del legado político del finado gran líder Nelson Mandela, que dicta: “La acción de las masas tiene la capacidad de derrocar gobiernos”. Sin embargo, como nicaragüense que soy, siempre creo en la capacidad
cognoscitiva de los buenos ciudadanos que desean un avance sostenible y de oportunidades para todos.

La exclusión no es el camino al progreso, es la degradación de los principios que hacen a una nación próspera.

No lejos tenemos a Panamá, con un canal de más un siglo de vida: desde 1903 ya se daba una inclusión a los diferentes sectores de la comunidad panameña, y se ratificó en un referéndum convocado en el 2006 para su ampliación. Los beneficios han sido notorios desde ese entonces: el cambio en su dinámica de negocios y su acelerada inversión en los diversos sectores económicos, han brindado un sólido progreso financiero a la nación canalera. Tanto así que han logrado hacer de la misma colosal estructura su distintivo internacional, y apuestan a un turismo verde y de negocios marcando visitas por arriba de los 2,4 millones de visitantes (2014). Sin duda, un buen ejemplo para aprender y discernir entre que nos conviene ó no.

Por otro lado, la falta de disciplina, consenso y transparencia hace que Nicaragua todavía se ahogue en una mezquina desigualdad de distribución de la riqueza, y algunos pecados capitales parecen ser el rosario de los que tienen el poder de realizar cambios. Son muy pocas las golondrinas que quieren hacer verano, porque existen sus buenos que no dejan a su medida hacer su parte desde su esquina. Una gran industria, como es el turismo, ahora se juega su emergencia entre medio de protestas, disputas y descontento de un pueblo que todavía no logra armonía civil ante una mega obra. Falta mucho, a mi parecer, antes que mis ojos y los vuestros puedan ver surcar el primer buque comercial en el bello paisaje del gran lago de Nicaragua.

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Gerald Pavón es un emprendedor turístico nicaragüense, licenciado en gestión de empresas turística en la UNAN-León, y diplomado en gerencia de turismo en Klessheim, Austria. Es el gerente y fundador de Eco-Camp Expedition.