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Crónica: Rock sinfónico en el Teatro Nacional

Faustino Salcedo | May 15, 2012

Camerata Bach y rockeros durante el concierto de Rock Sinfónico. | Fotógrafo: Faustino Salcedo

Todas las localidades estuvieron llenas en la Sala Mayor del Rubén Darío, en celebración de los 25 años de carrera de Alejandro Mejía.

Filas enormes de rockeros luciendo sus camisetas negras, que fácilmente se confundían con el manto de la noche que se convitió en una espectadora más del primer concierto de rock sinfónico en Nicaragua; de uno de los poquísimos evento al que no se tenía que ir vestido formal al Teatro Nacional; el primero cuyo requisito era la camiseta negra de la “raza rockera”. Fueron los 25 años de carrera musical de Alejandro Mejía, una de las leyendas del “Metal” en el país, que cantó durante tres horas con la orquesta sinfónica Camerata Bach.

Llegar a 25 años de carrera artística en Nicaragua resulta a veces complicado, según lo que han afirmado algunos músicos nacionales. Si se habla de ser rockero en este país, puede ser más complejo; aunque el genéro es seguido por buena cantidad de jóvenes y personas mayores, no se ha podido incorporar totalmente al gusto musical generalizado. Este tipo de música ha tenido sus grandes momentos, así como también decaídas, sin embargo uno de los máximos exponentes del rock pesado en el país ha sido Alejandro Mejía, el homenajeado de esa noche en la cual se llenaron todas las butacas del Teatro Nacional.

Las melenas se movían al ritmo del “Metal Chacuatol”, forma en la que Alejandro se refirió en una ocasión a su música, para definir el estilo. El telón fue abierto por tres músicos que han acompañado al rockero durante diferentes etapas de su carrera; cada uno interpretó la música del homenajeado. Luis Enrique Mejía Godoy cantó El Tigre y El Canario. Al final de la canción apareció Alejandro, hijo de éste, y juntos entonaron la parte final de ese musicalizado poema de Roque Dalton.

Mientras la banda Carga Cerrada sonaba con su estridente música, los instrumentos de la Camerata Bach le daban el toque teatral. En algunos momentos no se escuchaba a la orquesta sinfónica, pero en otros aparecía el violín acompañando el rugido del rock. El público coreaba las canciones, también gritaba los nombres de temas para que la banda los tocara.

No sólo dentro de la sala mayor del Teatro estaban los rockeros, los que se quedaron sin poder entrar debido a que se agotaron todas las localidades, coreaban afuera frente a una pantalla en la que se estaba transmitiendo el concierto. Apróximadamente 50 personas movían sus melenas y expresaban euforia en el atrio del teatro.

Al final del concierto, la hija del cantante, Andrea Mejía, le obsequió un ramo de flores, luego todos sus familiares y allegados subieron a la tarima para terminar de homenajearlo. El público encantado terminaba de corear “Nica en Costa Rica”, la canción más conocida del melenudo cantautor.