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Avistamiento de ballenas en San Juan del Sur: un esfuerzo conjunto con impacto global

Quilalí Urtecho | Mar 19, 2010

Playa Marsella, en el Municipio de San Juan del Sur; aguas ricas en vida marina.

La actividad de avistamiento de ballenas en las frescas aguas de San Juan del Sur (Rivas) ya es una posibilidad abierta al público en general, gracias a la unión de los esfuerzos de un grupo de pescadores locales, un comité de jóvenes conservacionistas y un conjunto de biólogos. Sin embargo, a pesar del claro potencial turístico y sus consecuentes beneficios económicos y ecológicos, su desarrollo no está libre de obstáculos, que deben superarse para lograr poner nuestro granito de arena en la conservación de un recurso natural compartido a nivel mundial: las ballenas.

La innegable belleza de San Juan del Sur y la exuberancia que rodea sus numerosas bahías lo han convertido en el destino turístico de playa por excelencia en la región del Pacífico. Sin embargo, a pesar de que este creciente sector ha abierto diversas oportunidades económicas para la población, la pesca sigue siendo uno de los rubros más importantes debido a su riqueza biológica marina.

Cada año, sus aguas se ven favorecidas por la naturaleza gracias al fenómeno de “surgencia”, un evento que tiene lugar sólo en algunos puntos del continente, y que sucede aquí gracias a la peculiar geografía de la zona (el plano relieve que existe entre el extenso lago de Nicaragua y el estrecho istmo de Rivas), que facilita que los vientos provenientes del Océano Atlántico tomen velocidad, avanzando hasta llegar al Pacífico. El fenómeno ocurre cuando dichos vientos empujan mar adentro las aguas superficiales calentadas por el sol y hacen surgir las aguas frías del fondo, provocando un aporte de nutrientes, que además de dar lugar a la ya conocida productividad pesquera, atrae diversas especies, entre ellas, las ballenas.

Pocas personas lo saben, pero no se debe ir muy lejos de la costa para avistar una ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) entre los meses de Noviembre y Marzo; una especie que puede alcanzar hasta 19 metros de longitud y un peso promedio de 40 toneladas, y que es posible ver tanto en San Juan del Sur como en Occidente (sobre todo en el Golfo de Fonseca).

Para los pescadores locales no es nada nuevo, pero el avistamiento de ballenas como actividad turística no se encuentra organizado entre la oferta. El desconocimiento sobre sus temporadas de tránsito y el contacto con ellas es una de las razones principales, pero un mayor obstáculo es la falta generalizada de información sobre la situación mundial de estos mamíferos, a pesar de ser los más grandes del mundo y estar protegidos debido a su amenazada existencia.

Desde el año 2005, un grupo de jóvenes interesados en promover la conservación de los cetáceos se organizó en el Comité Ballena Azul con el propósito principal de lograr que el gobierno de Nicaragua, como miembro de la Comisión Ballenera Internacional (CBI, organización multinacional responsable de la conservación de las ballenas en el mundo), se manifestara en contra de la cacería de estos mamíferos por parte de países como Noruega, Islandia y Japón, que sin importar la veda impuesta desde 1986, siguen cazando en sus aguas territoriales, y en el caso de Japón, en el Santuario Ballenero Austral, para recibir beneficios económicos.

Hasta el año 2007, la posición de Nicaragua al respecto era a favor de la caza, pero ¿qué beneficio obtenía al votar de esta manera? Ninguno relacionado, mucho menos cuando se ha comprobado que las ballenas cazadas en dichas aguas son las mismas que se acercan a las costas tropicales del mundo, entre ellas a las de Nicaragua.

Según Yanina Luna, Coordinadora de Campaña del Comité Ballena Azul, Nicaragua cambió su posición como producto de la presión ciudadana promovida por su equipo, pero desde entonces no ha participado en las reuniones de la CBI aunque sigue pagando una membresía de aproximadamente US$17,000 al año.

Aunque en América Latina las ballenas no se ven amenazadas por ningún tipo de caza, deben superar otros problemas en el camino. Uno de los principales es la contaminación acústica. Los cetáceos desarrollan sus vidas a través del sonido, pero el ruido provocado por las flotas comerciales afecta sus oídos, provocando que se desvíen de sus rutas (dando como resultado una gran cantidad de ballenas varadas, como ya se ha visto en playas como Poneloya y Pochomil, en el Pacífico nicaragüense) o incapacitándolas para encontrar su alimento.

El creciente tráfico de embarcaciones dedicadas a la pesca industrial las amenaza de muerte debido a las comunes colisiones. A todo esto, se debe agregar la contaminación de los océanos y el aumento de sus temperaturas.No obstante, su viaje es inevitable.

Estos mamíferos, provenientes del Ártico y del Antártico, transitan por las costas tropicales para aparearse y alimentarse, lo que representa oportunidades ecológicas de impacto global y, para nuestro país, oportunidades económicas a través de la actividad turística de avistamiento de ballenas.

De acuerdo con los datos del informe “Estado de Avistamiento de Cetáceos en América Latina”, elaborado por Global Ocean, International Fund for Animal Welfare y Whale and Dolphin Conservation Society, en los últimos 15 años, el avistamiento de cetáceos (ballenas, delfines y marsopas) ha presentado un fuerte crecimiento, con una tasa promedio anual de 11,3% entre 1998 y el 2006.

A través de investigaciones, dicho informe estima que para el año 2006, Nicaragua obtuvo más de 2 millones de dólares: US$719.808 en gastos directos, y US$1.324.800 e indirectos, por una actividad que aún no está bien organizada. A pesar de las impresionantes cifras, para los jóvenes del Comité el desarrollo de la actividad de avistamiento tiene una motivación educativa, pues se convierte en una oportunidad para generar el suficiente interés en estos mamíferos para promover su conservación. “Queremos llegar a la gente joven, a los niños, porque son ellos los que después van a demandar que Nicaragua mantenga la posición a favor de las ballenas”, asegura Yanina.

Con este objetivo, el año pasado comenzaron a trabajar junto al Colectivo Arrecife, un grupo de 6 pescadores locales que desde el 2007 se han involucrado en el mundo del turismo como una forma de diversificar sus fuentes de ingresos, aprovechando su experiencia y amplio conocimiento de la zona para ofrecer viajes de reconocimiento, buceo, pesca, snorkel y observación de tortugas y delfines durante todo el año.“La pesca ya no es rentable. Hay mucha competencia”, comenta don David Mora, líder del Colectivo.

Efectivamente, desde hace más o menos cinco años los pescadores tradicionales de San Juan del Sur se enfrentan al problema de la “sobrepesca”. Entre otros motivos, el crecimiento del turismo en el pintoresco pueblo costero representa una mayor presión sobre los recursos acuáticos, y una mayor competencia entre los pescadores artesanales que buscan satisfacer la demanda.

El incremento de la actividad, junto a las malas prácticas de pesca está generando, a mediano plazo, muchas más pérdidas que ganancias. El “trasmallo”, un sistema de pesca tan tradicional como perjudicial, es una de éstas, pues no presenta selectividad sino que captura desde animales en veda hasta lo que los pescadores denominan “chatarra”: peces demasiado pequeños que aunque no presentan valor comercial sí tienen gran valor para el equilibrio del ecosistema.

Hace algunos años, debido al interés de la administración edilicia de esa época, el Grupo Coral (conformado por un grupo de biólogos del Centro para la Conservación de los Recursos Marinos, de la UNAN León), con la ayuda de algunos de los pescadores del Colectivo, produjo un documental dirigido a demostrar que el mal manejo de los recursos acuáticos iba en detrimento de las oportunidades económicas del municipio.

Desde entonces comenzaron una relación cercana útil en sus investigaciones, y actualmente están intentando fortalecer la imagen y capacidad empresarial del Colectivo. Es por esto que las capacitaciones en el uso no letal de cetáceos facilitadas por el Comité, gracias al apoyo no financiero de grupos conservacionistas extranjeros (como la Fundación Cethus, Greenpeace, el Fondo Argentino de Cooperación Horizontal y el Instituto de Conservación de Ballenas), fueron llevadas a la práctica por el grupo de biólogos, quienes también les impartieron formación en manejo de visitantes.

Este apoyo, además de profesionalizar sus servicios, les dio un empujón para promover a mayor escala la actividad específica de avistamiento entre su oferta.Según Peltier Barahona, miembro del Grupo Coral, el avistamiento de ballenas puede ser un medio estratégico en la conservación de los recursos acuáticos por parte de las comunidades pesqueras, pues urge disminuir la presión sobre los recursos marinos.

El Colectivo Arrecife está comprobando por experiencia que la protección de la belleza y riqueza natural de su entorno es una actitud de ganar-ganar, y que las oportunidades van llegando por añadidura. Como iniciativa propia ofrecen ceviche fresco para sus clientes y actividades complementarias al viaje de avistamiento, como snorkel, pesca y buceo. Sus embarcaciones de 30 pies, a motor, y con capacidad para entre 12 y 15 personas, han sido mejoradas a través de un fondo de cooperación (DECOSUR) con el municipio de San Juan del Sur, y aunque no están diseñadas para tal actividad (dimensiones, diseño de la misma y materiales), son cómodas y cuentan con las medidas de seguridad básicas.

A través del Comité, disponen de guías especializados en cetáceos que, sin interés de lucro, acompañan a los visitantes para reproducir valiosa información acerca de estos mamíferos en diferentes idiomas (inglés, español, francés) y que, gracias al apoyo de la Cruz Roja Nicaragüense, cuentan con formación en primeros auxilios.

La actividad turística de avistamiento de ballenas ya es una posibilidad abierta al público en general gracias a la unión de los esfuerzos de estos pescadores locales, el comité conservacionista y el grupo de biólogos. Cada uno con sus propios recursos e intereses, dan un gran ejemplo de que con la ayuda de algunos amigos, buenas intenciones y buenas ideas, se pueden lograr muchas cosas.

Sin embargo, en Nicaragua se encuentra en una etapa inicial, y falta mucho por recorrer para establecer adecuadamente esta actividad, en la que será vital implicar a actores con competencia en el tema, como el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales, el Instituto Nicaragüense de Turismo, la Fuerza Naval, la empresa privada y las autoridades y comunidades locales. La idea es hacer de ésta, una actividad responsable que traiga beneficios para todos.

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Para saber más sobre esta actividad, puede contactar a don David Mora, del Colectivo Arrecife, al teléfono: 8496 8857; o bien, con el Comité Ballena Azul, a través del correo: nicaraguaballenas@yahoo.com